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TRANSICIÓN: DEL BUFETE A LA EMPRESA

Hace algo más de un año que Patxi López de Tejada es letrado en la asesoría jurídica de Banco Guipuzcoano. Tras 11 años en Garrigues, donde era asociado sénior, decidió dejar el bufete y convertirse en abogado de empresa. En su caso, junto a otros factores, primó el deseo de disponer de un horario que le permitiese dedicar más tiempo su familia. Pese a todo, no lo ha logrado. “He llegado al banco en pleno estallido de la crisis, así que en realidad estoy teniendo más o menos el mismo ritmo”, explica. No fue el único factor. “En los despachos los abogados soportamos la presión extra que supone cumplir los objetivos comerciales. En una empresa estamos vinculado a los objetivos generales de la compañía, pero nuestra tarea es plenamente técnica, porque no hacemos labor comercial”, añade.

Como explica Íñigo Fernández, consultor de Michael Page Tax and Legal, existen dos grandes razones para que un abogado se pase a la empresa. “Por un lado se busca la posibilidad de mejorar de calidad de vida y, por otro, el poder involucrarse plenamente en el negocio”. Según Fernández, la crisis ha elevado la necesidad de contratar letrados de empresa. “Normalmente gestionamos más búsquedas para bufetes, pero este año la cifra se ha equilibrado”, afirma.

En el caso de Nicolás Bergareche, director de la asesoría jurídica de Vértice 360, el factor que marcó su decisión fue una oferta difícil de resistir. “Cuando me ofrecieron el puesto llevaba tres años en Uría Menéndez. Tenía sólo cinco años de experiencia profesional, pero fue una de esas oportunidades que no debes dejar pasar”.

Bergareche, que califica su paso por Uría como “tremendamente positivo”, alude también a la vocación comercial necesaria para hacer carrera en un despacho. “Es muy difícil llegar a ser socio, necesitas facturar mucho y tener una gran capacidad de hacer clientes. Puedes ser un grandísimo profesional, pero faltarte esa habilidad”, explica.

El sueldo es otra de las diferencias a destacar. Según Silvia Pérez-Navarro, socia directora de Iterlegis Legal Staffing Solutions, “por lo general en las empresas los salarios son más bajos, pero es un precio que hay gente dispuesta a pagar por mejorar su calidad de vida”. La diferencia es especialmente significativa cuando el abogado viene de un gran despacho o de una firma anglosajona “donde las remuneraciones son muy atractivas”.

También Ignacio Bao, presidente de Bao & Partners, hace hincapié en la diferencia de salarios y en la fuerte presión que soportan los abogados en los despachos por parte de los clientes. Bao señala que cuando se trata de grandes empresas, en ocasiones son los propios despachos los que facilitan la operación al ofrecer un abogado de la firma al cliente que lo necesita. “Es una forma de hacer networking”.

Elisa Martínez, socia de Neumann International, señala que el paso al mundo de la empresa es especialmente atractivo para las abogadas. “Los abogados de empresa trabajan mucho, pero tienen un solo cliente y un horario. El ritmo de los despachos a veces puede resultar inhumano”, resume.

Para Óscar Casado, sénior Legal Counsel de Zed Group, donde llegó desde Lener Abogados (antiguo Legalia), el trabajo en una compañía es menos académico y más rápido. “Creo que es un trabajo más práctico. Estás enfocado a un solo cliente, pero tienes que dar respuestas concretas e inmediatas a todos los departamentos”. Pese a que Casado estaba contento en el despacho, tenía claro que su vocación era la empresa. “Prefiero focalizarme en un cliente a tener 10”.

Manuel Muñoz dejó Ruiz Abogados, una pequeña firma legal, por el mundo de la empresa. Desde la asesoría de Sanitas, su día a día le exige proporcionar al resto de departamentos soluciones legales eficaces, pero rápidas y transmitidas en un lenguaje asequible. “Nos piden las respuestas para ayer. Tienes que ser muy ágil y calibrar la rapidez y la calidad, porque el negocio no espera”, concluye.

Fotografía:FreeDigitalPhotos.net

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